domingo, 21 de febrero de 2021

Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío...

Hoy es un día negro. Negro como la noche más negra. Negro como lo es un hasta nunca, sin despedida, sin retorno. Tras dos semanas de lucha en UCI ha fallecido por coronavirus, más que un compañero de trabajo, un amigo. La enfermedad que nos azota desde hace ya casi un año y que parece que aún hay quien no se toma en serio, se lo ha llevado. Nos lo ha arrebatado. La estadística, esa que, a veces, se toma a la ligera; esa que creemos que no va con nosotros; esa estadística que alcanza ya a decenas de miles de víctimas y que, a veces se toma, rutinariamente, como una noticia más de la crónica negra de los telediarios. Esa estadística esta vez tiene nombre y deja tras de sí un amargo dolor y una negrura que tardaremos en superar. José Ramón López ha caído víctima del virus. La verdad es que me cuesta escribir estas palabras, pues he de reconocer que estoy conmocionado por la pérdida de una persona, una buena persona y un buen y fiel amigo con quien compartí muchas experiencias desde que ingresó en el Abastecimiento de Aguas a la Zona Gaditana, allá por julio de 1984. Mas de 35 años juntos hacen asomar recuerdos a mi pensamiento, una buena parte de esos años trabajando desde el sindicato (UGT) en que militábamos y desde el comité de empresa, que presidió durante una etapa en que estaba todo por hacer en la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, peleamos, junto con otros muchos, por conseguir mejores condiciones laborales para los compañeros del entonces MOPU, después, de la Agencia Andaluza del Agua y, últimamente, del CAZG. Reuniones de trabajo donde defendíamos, como mejor sabíamos o podíamos, el interés general de los compañeros/as y que acababan como tertulias de amigos en la cual compartíamos copas, risas y preocupaciones. Me he considerado amigo suyo y de Clara, su mujer, y sé que ellos han tenido la misma consideración conmigo. Conozco a su hijo, José Ramón jr. desde que era un pequeñín allá en Los Hurones y ahora es un hombre que ayudará a su madre a sobrellevar este amargo momento. Nunca olvidaré aquella reunión con Pérez Valdivieso, secretario general de la Confe, y la posterior comida en el club social de la CHG en la cual nos alcanzó la noche celebrando, él con Carlos III, que habíamos conseguido que se reconociera en el organismo ciertos contratos, gracias a lo cual muchos compañeros del hoy CAZG tienen trabajo. Desde aquí mi reconocimiento a quién dedicó parte de su tiempo y sus esfuerzos a trabajar para los demás compañeros. Desde aquí escribo estas letras para compartir el dolor y el vacío que en estos momentos sienten Clara y José Ramón jr., porque también es mi dolor por la pérdida de un amigo y, estoy seguro, el de otros muchos compañeros y amigos que de verdad le conocieron. Cantaba Alberto Cortes: Cuando un amigo se va queda un espacio vacío ... Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río. Cuando un amigo se va una estrella se ha perdido la que ilumina el lugar ... Cuando un amigo se va se detienen los caminos y se empieza a revelar el duende manso del vino. Cuando un amigo se va queda un terreno baldío que quiere el tiempo llenar con las piedras del hastío. Cuando un amigo se va se queda un árbol caído ue ya no vuelve a brotar porque el viento lo ha vencido. Nadie muere del todo mientras haya alguien que lo recuerde y ten por seguro, Ramón, que estarás siempre presente en nuestro recuerdo.

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