viernes, 8 de enero de 2021

Donaldof Trump, el antipresidente.


Quienes no pueden decidir sobre sí mismos, o sobre sus vidas, pierden su libertad y se vuelven esclavos de otras personas o de sí mismos. Decidir es una de las claves de la libertad, pues al decidir de una manera constructiva, basándose en alternativas y posibilidades reales se elige y en la elección está el albedrío, y en este la libertad de las personas.

Es por ello que, a escala  no individual, la democracia se convierte en el régimen de convivencia paradigma de la libertad de las personas que intengran una sociedad.

Pero no siempre ha sido, ni es así. O, al menos, la consecuencia de nuestras decisiones libres no siempre tiene como resultado la propia libertad, ni la de los demás, si no que, por el contrario, pueden acabar anulándola. De ahí la importancia de ejercitar esa capacidad meditadamente, de una forma responsable y razonada, sopesando pros y contras y en fidelidad a los propios principios.

Un ejemplo de ello está en las elecciones de Alemania de 1932, que tuvieron lugar con el propósito de elegir a los miembros del séptimo Reichstag republicano. Un convulso contexto social y económico, la inestabilidad  provocada la debilidad politica de un gobierno de coalición y una propagandia populista propició que el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Partido Nazi), liderado por Adolf Hitler, se posicionase como primera fuerza política, impulsándolo a un poder que es referente histórico del fascismo en toda su dimensión, en todo su alcance opresivo e inhmano. Algo de lo que se avergonzaron la mayoría de los alemanes de entonces sin olvidar que, en su conjunto, así lo decidieron democrática y libremente (¿?), convirtiendose en un luctuoso hecho de su historia que, también, causa sonrojo y vergüenza el pueblo aleman del siglo XXI, pero del que no reniegan su existencia pues es una cruda realidad histórica que, a diferencia nuestra, no quieren reescribir para aprender de su historia y no recaer en sus errores.

Eran otros tiempos,... no existía el acceso a la información que hay hoy día,... la inexistencia de la triple w daba pie a una censura que ahora es imposible,... la ilusión de la verdad posibilitaba repetir una mentira hasta hacerla parecer verdad,...  podrían ser las justificaciones que necesitamos para alcanzar cierto nivel de paz interna cuando una decisión fue tan errónea que, sus dramáticas consecuencias, acaban avergonzándonos como seres humanos, para terminar diciendo: Eso es cosa del pasado y, hoy, no sería posible. También se erige este en argumentario de los oportunistas y neofascistas.

Nada más lejos de la verdad. He ahí, como prueba de lo contrario, el resurgir de tesis, y consecuentes acciones, políticas que parecían erradicadas y que se enmascaran en una fraseología populista que contruye una nueva fakedemocracia de fácil consumo, pues esa retórica facilona apela al corazón y no a la razón, a la visceralidad y no a la realidad; a la falsedad y no a la verdad con un solo objetivo: alcanzar el poder y, luego, ya veréis que hacen con vuestro supuesto libre albedrío. "Yo os salvaré de vosotros mismos", llegarán a decir los salvapatrias cuando, obtenido el poder, no quieran abandonarlo.

Donald Trump, empresario, personalidad de la televisión, político y, a la postre, demostrado presidente fascista de los EE.UU. del siglo XXI que, casi cien años después de nacimiento de tercer Reich, también llego al poder por decisión popular y ha querido usurpar el poder que otorga y retira el pueblo a un dignatario, no aceptando su derrota democrática, de una forma impensable para una democracia como la norteamericana, y peligrosa si consideramos su situación en el tablero mundial. El Trump, aún presidente, ha provocado el asalto al símbolo nacional de la decisión del pueblo. Ha protagonizado un ataque desde su posición institucional a la sagrada sede de la democracia americana que, afortunadamente, no ha prosperado y que merece ser duramente castigado.

Sus posicionamientos populistas sobre la economia, sobre los migrantes, los desfavorecidos, sobre las políticas de género, sobre la sanidad,... no son inéditos en nuestro pais; son hasta emulados por algunos charlatanes politicos españoles, expertos en esas estrategias de camuflaje democrático con el que disimulan el fomento del odio, de la violencia, de xenofobias, racismos e intransigencias políticas, conformándolas gracias precisamente a aquellos elementos que parecían hacer imposible que ello sucediera en la actualidad: la manipulacion mediática, los bots para generar corrientes de opinión, el uso de la nuevas tecnologías para construir esa fake-democracia que les lleve al poder de forma sutil, pero inexorable, exacerbando los sentimientos, la falsedad y la irracionalidad sobre la razón, sobre la verdad, la cordura y la responsabilidad social. Göbbels en estado puro.

Ahora que ya no hay duda de que el referente neoliberal Trump de los casados, abascales y riveras es, en realidad crudo fascismo que no vende, se pondrá en marcha en nuestro país esa  maquinaria mediática "Indomaruendaherreraquintana" que, no pudiendo culpar de esto al intencionadamente llamado "gobierno socialcomunistaseparatistaterrorista", recibirá directrices para, difundiendo mil veces la mentira, diluir la trascendencia de los actos de ese fascista; para blanquear esas políticas neofascistas de las que participan para mantener el espejismo, repitiendo el mantra pseudo-democrático de que todas las opiniones son respetables, para poder seguir ganando terreno y ponerlo al servivicio de los poderosos. Así, quienes lo adoptaron como ejemplo y se identifican con las políticas "trumpistas", ya dejan caer, olvidándose hasta del tejerazo, que el asalto perpetrado al Capitolio es igual que una manifestación legal de protesta social y condenando con la boca chica o incluso, los mas testosterónicos, sin condenar al aún, de forma incomprensible, presidente de USA.

Estoy seguro que los americanos hoy sienten, en su mayoría, la vergüenza y el deshonor por los actos de este Donaldof Trump, pero deben, debemos, caer en la cuenta que en esos actos tienen una importante responsabilidad individual y esa es el ejercicio erróneo de su capacidad de decidir de una manera constructiva.

El fascista, se vista como se vista, siempre es fascista y seremos, o unos irresponsables, o unos tontos útiles, o ambas cosas sí, contando con las lecciones de la historia, contando con capacidad para decidir, no hacemos un uso adecuado, y acertado, de nuestra libertad de elegir.

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